Qué es la educación inicial: la base del futuro de tus hijos
- Marianela de Sousa
- 6 ago
- 5 Min. de lectura
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¿Por qué esperar si el momento es ahora?
Los años más valiosos para la educación de tu hijo empiezan mucho antes de lo que la mayoría imagina. Muchas familias creen que la etapa escolar comienza entre los 4 a 6 años, pero lo cierto es que los primeros años de vida —incluso desde el vientre materno— son los más importantes para su desarrollo.
En ese tiempo, se forma la base de todo lo que vendrá después: su forma de aprender, pensar, socializar, regular emociones y enfrentar el mundo. Retrasar el ingreso al preescolar hasta los 4 años ya no es solo una decisión de comodidad, es un riesgo. No comenzar antes de los 3 puede limitar oportunidades clave en una etapa que no se repite. En este artículo de nuestro blog, te explicamos por qué actuar a tiempo puede marcar una diferencia profunda y duradera en la vida de tu hijo.

¿Qué comprende la educación inicial?
La educación inicial abarca desde el nacimiento hasta los seis años de edad y está respaldada por décadas de investigaciones en neurociencia, psicología y educación. No se trata sólo de prepararse para la “escuela formal”, como a menudo se cree, sino de un período decisivo en el que se desarrollan las habilidades más importantes para la vida.
Durante estos años, se construyen el lenguaje, la autorregulación emocional, las habilidades motoras, la empatía, la capacidad de resolver problemas y muchas otras funciones esenciales. Tal como señala la UNESCO (2021), las experiencias vividas en la primera infancia impactan directamente la arquitectura cerebral y sientan las bases para el aprendizaje, el comportamiento y el desarrollo futuro.
¿Qué sucede en el cerebro durante esta etapa?
Desde que el bebé está en el vientre, su cerebro empieza a desarrollarse a toda velocidad. Durante los primeros años de vida, se forman millones de conexiones que le ayudarán a aprender, comunicarse, moverse, expresar emociones y adaptarse al mundo. De hecho, antes de los 6 años ya se ha formado casi el 90% del cerebro, según expertos de la Universidad de Harvard (Shonkoff & Phillips, 2000; Center on the Developing Child, Harvard University, 2011). El resto sigue desarrollándose gradualmente hasta alrededor de los 25 años — la adultez joven.
Todo lo que vive tu hijo en esta etapa —los juegos, los abrazos, las canciones, las palabras que escucha, el cariño que recibe— influye directamente en cómo se va moldeando su cerebro. Esta idea no es nueva; desde hace décadas, expertos como Piaget, Vygotsky o Gesell ya hablaban de lo importante que es el ambiente en el que crecen los niños. Hoy, la ciencia lo confirma con más fuerza que nunca: las experiencias en la primera infancia dejan una huella profunda y duradera.
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El hogar y el entorno educativo: una alianza clave
El hogar siempre cumple un rol fundamental en el desarrollo de los niños. Los padres y familiares son los primeros educadores, y sus gestos de amor, cuidado y comunicación no pueden ser reemplazados. Sin embargo, las circunstancias familiares varían: algunos niños permanecen mayormente en casa, mientras que otros pasan muchas horas al cuidado de profesionales u otros adultos. En cualquiera de los casos, es importante que estos entornos están preparados para fortalecer el desarrollo infantil.
A partir de cuando el niño camina con cierta seguridad —que suele suceder entre los 12 y 18 meses— puede beneficiarse de experiencias grupales breves y guiadas por profesionales. Antes de esa edad, la estimulación temprana debe realizarse en espacios adecuados, acompañados siempre por un adulto responsable, en ambientes que respondan a sus necesidades sensoriales, sociales y afectivas.
El valor profesional de la educación inicial y el acompañamiento a las familias
Cada familia es única y las circunstancias diversas. Por ello, es fundamental entender que los preescolares ofrecen actividades planificadas según la edad y necesidades de cada niño, basadas en currículos comprobados y fundamentados en conocimiento científico y experiencia práctica. Muchos centros cuentan con profesionales capacitados que, además de implementar estos currículos estudiados, acompañan a las familias brindando orientación confiable y herramientas para apoyar el desarrollo infantil.
Este acompañamiento es esencial porque, aunque en casa exista amor y compromiso, no siempre se dispone del conocimiento especializado para estimular adecuadamente. Sin querer, se puede subestimular, sobreestimular, adelantar contenidos prematuramente o fomentar dependencia que limite la autonomía. La colaboración entre familias y profesionales permite que los niños crezcan con seguridad y confianza, respetando sus ritmos y potencialidades. Este trabajo conjunto, realizado con respeto, empatía y valoración de la diversidad familiar, fortalece el vínculo hogar-educación y enriquece las prácticas de crianza, reconociendo que cada adulto involucrado cumple un rol fundamental en la educación inicial.
Una inversión que dura toda la vida
Estudios longitudinales como los de Heckman et al. (2006) han demostrado que la inversión en educación en la primera infancia genera los mayores beneficios sociales, emocionales y económicos a largo plazo. Cuanto antes se actúe, mayor será el impacto. No se trata de adelantar aprendizajes escolares, sino de acompañar con respeto, profesionalismo y conocimiento cada pequeño gran paso del desarrollo infantil.
En resumen
La educación inicial no es opcional: es el fundamento del futuro de cada niño y niña. Y es una responsabilidad compartida: en casa, los afectos y vínculos; en los entornos educativos, la experiencia y la ciencia aplicada. Cuando ambos se integran con respeto, coherencia y propósito, los resultados son extraordinarios.
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Referencias
Center on the Developing Child at Harvard University. (2011). Brain architecture. Harvard University. https://developingchild.harvard.edu/resources/brain-architecture/
Gesell, A. (1940). The first five years of life: A guide to the study of the preschool child. Harper & Brothers.
Heckman, J. J., Moon, S. H., Pinto, R., Savelyev, P. A., & Yavitz, A. (2010). The rate of return to the HighScope Perry Preschool Program. Journal of Public Economics, 94(1-2), 114–128. https://doi.org/10.1016/j.jpubeco.2009.11.001
Piaget, J. (1952). The origins of intelligence in children. International Universities Press.
Popp, M. (1925). Beiträge zur Kinderpsychologie und Kinderpsychiatrie [Contributions to child psychology and child psychiatry]. Springer.
Shonkoff, J. P., & Phillips, D. A. (Eds.). (2000). From neurons to neighborhoods: The science of early childhood development. National Academy Press. https://doi.org/10.17226/9824
UNESCO. (2021). Early childhood care and education. UNESCO Publishing. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000375700
Vygotsky, L. S. (1978). Mind in society: The development of higher psychological processes (M. Cole, V. John-Steiner, S. Scribner, & E. Souberman, Eds. & Trans.). Harvard University Press. (Original work published 1930)






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